Dios nos creó hombre y mujer para que, uniéndonos en una sola carne en mutuo amor y sellados en el amor de Dios, nuestro Matrimonio sea el reflejo del Amor de Dios en la Tierra.
El amor existe, es real y cuando se pone a Dios en el centro, se vuelve realmente alcanzable y si estamos atentos, podremos descubrir a nuestro alrededor muchos testimonios que nos hablan de ello.
La fecundidad es un don, un fin del matrimonio, pues el amor de los esposos tiende naturalmente a ser fecundo. El matrimonio, al ser imagen del amor trinitario de Dios, refleja también la fecundidad y del amor entre el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo.
Hoy entendemos a la Iglesia también como la "familia de Dios". Todos los cristianos conformamos esa familia, esa comunidad que Jesús mismo fundó y que permanece en ella. La familia es "Iglesia Doméstica" porque lo pasa en la pasa en la Iglesia, pasa también en la casa.
