Dios es tan bueno, que se compadece de nuestra frágil condición humana. Él mismo lo dice al afirmar: "No son los sanos los que tienen necesidad del médico, sino los enfermos. Yo no he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores" (Marcos 2,17).

La Confesión es la gran oportunidad que tenemos para acercarnos de nuevo a Dios que es nuestra verdadera felicidad. No es un sacramento de tristeza, sino de alegría, es el sacramento del hijo arrepentido que vuelve a los brazos de su Padre.

El pecado es el alejamiento del hombre de la voluntad de Dios, que aparece recogida en la Biblia. Cuando las personas violan algunos de los mandamientos divinos, cometen un pecado. La forma de subsanar este error es a través del perdón y del sacramento de la Confesión.

En esta parábola encontramos la libertad sin obediencia. Pretendemos ser nosotros mismos haciendo lo que queremos sin pensar de verdad si es lo que más nos conviene. Sin embargo, experimentamos una y otra vez las consecuencias de nuestras malas opciones, dejando nuestro corazón vacío y triste. Pe...

Nosotros no podemos perdonarnos a nosotros mismos, el perdón siempre se tiene que pedir a otro, y en la Confesión le pedimos perdón a Jesús. Jesús ha querido instituir el Sacramento de la Reconciliación y ofrecer su gracia y perdón a través de los ministros ordenados en la Iglesia.

La Confesión es un regalo de Dios que trae consigo muchos otros regalos a nuestra alma. Son los efectos, que como todo sacramento, esta trae consigo. La misericordia de Dios se hace presente en este sacramento de manera única y especial.

Cada vez que me confieso con un sacerdote, yo recibo el perdón por mis pecados. En otras palabras, Dios perdona mi culpa y regreso a la comunión con Él. Pero siempre permanece una pena, la cual corresponde al tiempo merecido que tendremos que purgar o purificar por los pecados cometidos.